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Tango Zombie

Autor/a: La Mariposa RM

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Ayer a la noche, muy a mi pesar, salí de casa a cumplir un compromiso para una exhibición que ya tenía programada. De inicio me angustie por el tema que vivimos de la cuarentena, pero me confirmaron que habían cumplido con las normas de seguridad. Al llegar al lugar me percaté de que era muy grande y todos los asistentes mantenían una distancia de metro y medio entre cada uno, el sitio estaba lleno y toda una algarabía por vernos bailar. Sin conocer al bailarín que me invito a trabajar, al verlo, me resulto familiar, tipo piola, joven, ataviado con un pantalón corte italiano, bien ceñido a la cintura y amplio de piernas, una camisa clara, lo más llamativo además de su sonrisa amable y picara era que tenía varios percings en la cara. Llego el momento y al abrazarlo la manga de mi vestido se enganchó en el percing de su nariz, casi le arranco el aro pero logramos zafar. El eligió un bello vals que no reconocí pero aun ahora recuerdo sus acordes, así comencé a volar. Parecía que hubiéramos bailado toda la vida, giros, vueltas, veloz y acoplados, caminatas largas, cadena va, cadena viene y en un momento quedamos atrás de uno de los enormes parlantes del lugar, me angustie al pensar que toda esa gente estaba ahí para vernos bailar y con el cuerpo propuse un movimiento para salir de ese lugar. De reojo y ya de nuevo a la vista de todos note que nadie nos miraba, todos estaban charlando entre ellos ignorando nuestro baile que para mi era espectacular, curiosamente me sentí relajada y me solté a un baile más intimo sin la presión de la exhibición. Termino el vals y el corazón me vibraba en su abrazo. A lo lejos oí un trueno y la tormenta que se avecinaba; yo no podía, no quería soltarme de su abrazo. Habíamos terminado de bailar muy cerca de un grupo de personas que hablaban de la última persona que había muerto por la pandemia y escuche... "Es un caso extraño, no se sabe bien a bien si murió del covid pero afirman que comenzó a ponerse violento, quisieron ahorcarle y le pegaron dos disparos y la persona se seguía moviendo como poseído por la furia"... Supe con angustia que se trataba del primer caso de covid mutado a zombi, el corazón me dio un vuelco... Desperté saltando de la cama con miedo y ansiedad. Cuando mi cerebro comenzó a situarme en realidad, Danke (mi gato) me miraba fastidiosamente pues lo había despertado de golpe; si pudiera hablar me habría explicado burlonamente la expresión de mi jeta, mezcla entre una sonrisa estúpida de haber tenido el mejor de los bailes y ojos de terror y angustia con la idea de mi peor temor... los zombis.


Fuente: Cortesía de la autora


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